2 abril 2013
He tenido la oportunidad de asistir a esta danza de jóvenes excluidos sociales. Son ex drogadictos, ex alcohólicos, ex… tóxicos, como ellos mismos se llaman. Han bailado ante los llamados “integrados” representando sus miedos, la mentira, la hipocresía, la prepotencia… Sumo y sigo, pero no voy por ahí.
No hay moraleja, solo la admiración hacia unas personas que han sabido romper y construirse de nuevo. Jóvenes y no tan jóvenes que cada día luchan por salir de sus abismos.
Viendo sus gestos pensé que no son diferentes a nosostr@s. Es mas ellos son nosotr@s y viceversa, la diferencia es que han roto su pesadilla: saben quiénes son sin sus adicciones. A partir de ahí luchan a muerte, a pesar del rechazo, el abandono, la indiferencia, las burlas, la violencia, el desprecio…
Su fuerza, su esperanza es un regalo que se contagia, también su rebeldía. Se niegan a ser, a seguir siendo los apestados, la basura de una sociedad que premia y valora al corrupto, al ladrón de guante blanco, al chorizo de corbata.